Visitar un lugar de conmemoración es una experiencia particular.
Estos lugares fueron, al principio, lugares de peregrinación para las familias de las victims que acudían a record a un familiar desaparecido (por ejemplo, en la Cité de la Muette en Drancy).
Sin embargo, conmemorar los muertos no solo es una necesidad personal, sino también una necesidad colectiva. Por ello, las asociaciones de antiguos deportados organizan actos en fechas claves para recordara los perdidos pero también para sentirse unidos en un pasado común.
Estos monumentos se han construido para considerar lo sucedido. La visita a estos lugares tiene un aspecto pedagógico, especialmente para los jóvenes estudiantes. Llegamos a comprender la historia: el punto de vista de los supervisores de los monumentos conmemorativos ofrece más que una página de un libro erudito o de Wikipedia. En efecto, la autenticidad de los lugares desempeña un papel importante en el recuerdo.
El objetivo de estos monumentos es hacer que los visitantes comprendan lo más objetivamente posible la historia a través del lugar en su mismo.
Sin embargo, también podríamos preguntarnos si visitar lugares afectados por catástrofes humanas podría considerarse una curiosidad morbosa. En todo el mundo, el turismo oscuro (o tanaturismo) se está desarrollando rápidamente (en Auschwitz o Hiroshima, por ejemplo). A principios del siglo XX, también comenzó a desarrollarse el turismo vinculado a las catástrofes naturales (Hiroshima) y al terrorismo (Zona Cero).
Sin embargo, el turismo patrimonial no es algo nuevo. Nada más terminar la Primera Guerra Mundial, los peregrinos acudieron a Verdún, y también después de la Segunda Guerra Mundial...
Hoy en día, la noción de turismo patrimonial está institucionalizada, pero presenta una contradicción entre la idea de turismo (ocio) y la noción de recuerdo (memoria).