La población de París y sus suburbios es el resultado de olas de inmigración sucesivas tanto nacional como internacional, desde la Edad Media hasta hoy. Desde los siglos XIX y XX, el mercado laboral trajo inmigrantes en París y sus afueras. Portugueses, españoles y italianos entre las dos guerras mundiales. Portugueses y norteafricanos entre los años 50 y 70, judíos sefardíes tras la independencia de los países norteafricanos y africano subsaharianos y chinos y indios y Asiáticos en general desde entonces. Descubra más sobre el París multicultural con nuestras visitas guiadas (en francés). Descubra comida y arte tradicional.
En el París medieval se formaban automáticamente grupos de afinidad. Por ello, no es de extrañar que algunos artesanos o comerciantes dieran su nombre a la calle en la que trabajaban: armeros, tenderos, peleteros, zapateros, toneleros, lavanderas, carniceros, todos tienen su nombre de calle. Las órdenes religiosas, ortodoxas, judías, y los emigrantes de las diferentes provincias también intentaron agruparse. Los emigrantes de Bretaña, Normandía, Flandes o Picardía vivían juntos en las calles de su nombre. Los comerciantes y banqueros italianos también tenían la suya, "la rue des lombards", de la región de Lombardía en Italia.
En cuanto a los distintos oficios, este fenómeno se explica, por un lado, por el estricto control de los gremios y, por otro, por la mayor facilidad de uso y funcionamiento. Era posible, por ejemplo, compartir ciertas herramientas o equipos en común. La razón principal era, por supuesto, la solidaridad, tanto para los zapateros como para los bretones, ya que eran vecinos.
Fue durante el siglo XIII cuando se instalaron en París los banqueros italianos, los lombardos, que en aquella época acudían a las ferias de Champagne. Los habitantes de Siena, Florencia y Lucca ya eran bastante numerosos a finales del reinado de Luis IX, futuro San Luis (1214-1270). Bajo el reinado de Philippe le Bel (1268-1314), podemos encontrarlos en las proximidades de Saint-Jacques-de-la-Boucherie (actual torre de Saint-Jacques), las iglesias Saint-Merri y Saint-Opportune y los alrededores de les Halles. Los lombardos italianos, al igual que los futuros lombardos judíos, tuvieron que soportar oleadas de zenofobia que se manifestaban en cada movimiento social.
En la segunda mitad del siglo XV, la fuerte recuperación económica de las actividades de la capital atrajo a muchos extranjeros a París. Llegaron alemanes, flamencos, brabançons y holandeses, españoles y portugueses. Con el desarrollo de la imprenta, debido primero a los estados del Rin, se atrajeron dinastías alemanas enteras. En el siglo siguiente, las zonas se desarrollaron y, hacia 1520, ya no había lombardos en las calles con este nombre, ¡sino confiteros! En esta época, españoles, italianos, ingleses y alemanes se asentaron firmemente y fue a partir de esta fecha cuando París se convirtió en una verdadera ciudad cosmopolita.
Durante mucho tiempo, fue costumbre parisina afrancesar los nombres extranjeros. Todo el mundo salía ganando, sobre todo el interesado, ya que le interesaba integrarse en la sociedad con un nombre que los vecinos pudieran pronunciar. Las guerras a veces hacían que estos "nuevos parisino" se sintieran incómodos. Es el caso de la época de Luis XIV, en la que no era bueno ser súbdito de un monarca en guerra con el Rey Sol.
Las provincias francesas sufrieron una crisis financiera durante la década de 1850. Esta crisis fue especialmente grave en las regiones donde se desarrollaba la industria a domicilio, por ejemplo al este de la cuenca de París, que proporcionaba a París un gran número de emigrantes. Los trabajadores de la tierra natal no fueron los únicos perjudicados y los salarios agrícolas, aun con sus disparidades, sólo permitían unas condiciones de vida mínimas. París se convirtió así en un lugar popular para la población rural que necesitaba un nuevo lugar para vivir. Además, los cambios provocados por la revolución de los transportes redujeron el aislamiento de las provincias, pero al mismo tiempo también desestabilizaron la antigua estabilidad del campo francés al permitir su fácil desplazamiento.
Las dificultades obligaron a la población a marcharse y París adquirió, en quince años, de 1851 a 1866 30,000 personas en busca de la estabilidad que su pueblo ya no podía proporcionar. Pero alguien que viniera del campo y no hablara francés tendría dificultades para integrarse al no entender el modo de vida de aquí y la disciplina social. En algunas zonas, los trabajadores siguieron agrupándose según su oficio, sin relación directa con su lugar de origen. Es el caso, por ejemplo, de los carpinteros o herreros del barrio de Picpus o de las lavanderías del barrio de Goutte d'Or. Sin embargo, otros emigrantes se agrupan según su lugar de origen, como los albañiles de Creuse, los aguadores de Auvergnat o el personal doméstico bretón. Estos dos últimos tipos de emigrantes han caracterizado especialmente a París y sus alrededores.
Podemos encontrar pruebas de la influencia bretona en París desde la Edad Media. A finales del siglo XIX y con la finalización de la línea ferroviaria París-Brest, miles de bretones probaron suerte en la capital. Al llegar a la estación de Montparnasse, muchos de ellos no se atrevieron a aventurarse más allá y se instalaron aquí. Los bretones recrearon una auténtica pequeña Bretaña en el distrito 14. Al carecer de instrucción y hablar generalmente sólo en bretón, estos recién llegados fueron una fuente de mano de obra bienvenida para los trabajos más arduos. Las mujeres fueron las que más salieron y se encontraron como criadas, niñeras o conserjes. Otras, no tan afortunadas, se encontraron en las calles de la capital. Este fenómeno se extendió tanto que se crearon comités de acogida para evitar que los proxenetas recogieran a las chicas nada más bajar del tren en la estación de Montparnasse.
En 1883, el número de bretones en la capital ya había alcanzado los 12.000 y empezaron a establecerse más allá de la capital y en los alrededores. Los bretones llegaron a Saint-Denis en la década de 1890, cuando los barrios de la Plaine y la Pleyel empezaron a industrializarse. En cuanto a los habitantes de Auvernia, comenzaron a llegar a París a partir de 1750. Al principio eran transportistas de agua o trabajadores del hierro e hicieron de la zona de la Bastilla su hogar, un "pueblo auvernés" en París. Aquí abrieron los cafés conocidos como "bois-charbon" -madera y carbón-, los famosos "bougnats" -inmigrantes de la región de Auvernia-, entre los que se encontraban los primeros salones de baile donde se podía bailar la bourrée o danza del borry al son de las gaitas de estilo auvernés que se mezclaban con el sonido del acordeón diatónico italiano.
Compuesta por ingenieros y trabajadores cualificados, la emigración inglesa se estableció en Francia desde la Restauración (1814-1830) hasta el Segundo Imperio (1852-1860). Gracias a su savoir-faire y al hecho de que tuvieron su revolución industrial antes que Francia, los británicos se distinguieron en los campos del hierro y el acero y fueron fundadores de la industria siderúrgica moderna. Unos 80.000 técnicos ingleses, previamente formados, cruzaron el Canal de la Mancha permitiendo así a Francia lanzar su industria metalúrgica y construir sus primeros ferrocarriles. Estos inmigrantes hicieron que los precios de los alquileres se dispararan en el Faubourg Saint-Antoine, donde se instalaron. La "Gran Emigración" del pueblo polaco, que es como se la conocía entonces (y todavía hoy), representa el más importante de los exilios políticos del siglo XIX, de 1830 a 1870. Tras el fracaso de la revolución de Varsovia contra el poder zarista (1830-1831), los líderes insurgentes se refugiaron en París y formaron base en la isla de Saint-Louis, donde celebraron una auténtica corte con, a la cabeza, el príncipe Adam Georges Czartoryski. Otros se unieron a ellos, especialmente el poeta Adam Mickiewicz y el compositor Frédéric Chopin.
Hasta principios del siglo XIX, la oleada de inmigrantes trajo consigo a burgueses y acomodados. Después de 1835, una oleada de trabajadores inmigrantes trajo a París a la población inglesa, belga, holandesa y alemana más desfavorecida. Esta primera oleada de inmigración masiva de pobres del extranjero a París comenzó con la llegada de agricultores alemanes pobres que huían de las crisis agrícolas. Dentro del París intramuros y de las fortificaciones construidas por Thiers en 1845, había 50.000 extranjeros en 1850 y 120.000 en 1866. Dispuestos a aceptar sueldos relativamente bajos, estas poblaciones provocaron de nuevo reacciones zenófobas.
Otras oleadas migratorias se sucedieron ininterrumpidamente hasta el primer conflicto mundial: italianos y judíos centroeuropeos durante el siglo XIX, refugiados armenios después de 1915, los rusos tras la revolución de 1917, habitantes de las colonias durante la Primera Guerra Mundial.
En 1931, los inmigrantes registrados en París y sus suburbios eran en su mayoría italianos, belgas, rusos y españoles. Otros originarios del Magreb, de África subsahariana y de Asia venían a sustituir a los soldados en las fábricas francesas durante la Gran Guerra.
Hasta los años 20, no existían verdaderas zonas étnicas, ni en París ni en los suburbios. La concentración de personas a escala de una calle o de un edificio, pero la mezcla cultural seguía dominando a escala de una zona o de una ciudad, con la excepción de los escasos asentamientos en los suburbios, como la población armenia de Issy-les-Moulineaux o de Alfortville. Esto afecta también a los judíos del barrio del Marais, que pronto abandonarán el Pletzl para instalarse en otros lugares de la capital. Pletzl significa "plaza pequeña" en yiddish y recuerda la zona de Saint Paul, en el 4º distrito de París, que, desde finales del siglo XIX hasta los años 30, acogió a los judíos expulsados de Europa del Este por los pogromos y el antisemitismo. Este barrio judío parecía funcionar, al menos a corto plazo, como una vía de entrada a la ciudad. Con el tiempo, las calles delimitadas se desbordaron y se extendieron por los alrededores.
Los italianos constituían la mayor parte de la comunidad extranjera en la región de París, donde representaban dos tercios de la población extranjera a principios de los años treinta. En París, los italianos se instalan en los barrios del noreste y del este de la región parisina. Se encuentran en todos los ámbitos de la construcción: albañiles, excavadores, decoradores, escayolistas, instaladores de calefacción, instaladores de estufas y, a veces, jefes de empresas menores. Abandonar París para instalarse en los suburbios y construir una casa era una señal de inserción exitosa en una ciudad obrera. A pesar de las oleadas de zenofobia en tiempos de crisis, la población italiana nunca fue realmente rechazada por los habitantes locales.
En 1926, las tres cuartas partes de la población española de la metrópoli ya estaban instaladas en los suburbios del norte, en zonas pobres situadas cerca de las fábricas que pronto se convirtieron para algunos en los barrios marginales de los años sesenta. La Pequeña España de la Plaine Saint-Denis estaba formada en su mayoría por una clase obrera española pobre, el resto eran italianos y franceses del sur de Francia. La zona estaba formada por proyectos de viviendas delapitadas en el corazón de un territorio altamente industrializado que se extendía desde Saint-Denis, Aubervilliers y Saint-Ouen. La Pequeña España se extiende alrededor de la fábrica de Rateau en La Courneuve. Aquí se formó un nuevo barrio que convirtió las chabolas en algo permanente. Fuertes redes familiares trajeron a los emigrantes directamente desde España a estas viviendas destartaladas de la Plaine Saint-Denis y la Courneuve que permanecieron hasta los años 70.
El número de portugueses en Francia pasó de 50.000 a más de 700.000 entre 1960 y 1970. Sólo en 1969 y 1970 llegaron unos 240.000 portugueses, la mayoría de ellos de forma ilegal. En 1968 había 500.000 portugueses en Francia, la mitad de los cuales residían en la región de París.
Los hombres trabajaban en el sector industrial, en la construcción de automóviles y de edificios. En la región de París, constituyeron la mano de obra que construyó la circunvalación, el RER, la torre de Montparnasse y la Défense. Trabajaron mucho con la esperanza de ganar dinero lo antes posible para poder volver a Portugal y construir la "casa de sus sueños" que marcaría su éxito en el pueblo. Un gran número de mujeres portuguesas se convirtieron en trabajadoras, empleadas de hogar, conserjes, señoras de la limpieza, sustituyendo así a las trabajadoras españolas.
La caída del régimen autoritario, el 25 de abril de 1974, el fin de las guerras coloniales (1961-1974), la aparición de una democracia en Portugal, la adhesión de Portugal a la Unión Europea debilitaron el flujo de inmigrantes. Aunque constituían la primera comunidad extranjera en número, a estos portugueses les gustaba mantenerse al margen, formar parte de sus propias asociaciones y vivir en viviendas sólo para portugueses. Fueron un poco ignorados por la opinión pública francesa, a diferencia de los argelinos que, a causa de la guerra (de 1954 a 1962), estuvieron muy presentes en los medios de comunicación y en los debates.
Las culturas de todo el mundo siguen coloreando la metrópoli parisina hoy en día. A lo largo de todo el año se proponen varios eventos y visitas a los distintos barrios. Adéntrese en un templo sij, descubra las comunidades indias y europeas (croatas...), el pequeño barrio malí de Château-Rouge, etc. Se proponen numerosos paseos y visitas guiadas por París (en francés o ingles), consulte el calendario.
Soñar al ritmo de estos viajes es la prueba de que se puede encontrar al otro cerca de casa. El "viajero" está invitado a mirar la capital y sus afueras con una mirada nuev y a tener una cita con las diferentes culturas que la forman. Conozca París y sus suburbios, los museos y monumentos, pero también los barrios, el sabor, los momentos festivos, lo más destacado.
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