El edificio del Banco de Francia, construido en el siglo XIX, es un ejemplo de lo que llamamos "monumento urbano".
Desde el comienzo de la tercera República, la definición de "monumento" evoluciona. Considerado primero como una pieza arquitectónica excepcional, el monumento se convierte en un signo de poder compartido por la autoridad política y los ricos. Los edificios que albergan compañías de seguros o grupos financieros se convierten en ejemplos de este nuevo tipo de arquitectura. Otros edificios públicos como museos, bibliotecas o ayuntamientos también representan este arte.
Desde el siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, el espacio urbano era un elemento neutro. Esta uniformidad del paisaje acentúa el "aspecto monumental" de un edificio. Además, el hecho de estar construido a una escala diferente lo hace más imponente al contrario que los demás.
El Banco de Francia, situado en Saint-Denis, es un ejemplo perfecto. Este edificio refleja el arte del clasicismo francés, pero también las características de una mansión, con un estilo neo-Luis XVI. Las dos naves están unidas al edificio principal. El único balcón se encuentra en el segundo piso, llamado "Bel Etage", y estaba reservado para el propietario de la casa.
Gracias al desarrollo de la industria del acero, el hierro se utiliza para la decoración interior, como las escaleras, pero también en las fachadas. La valla, de hierro fundido o forjado, se convierte en un elemento importante del entorno. La valla es el límite para asegurar el espacio privado.