La abadía carolingia, que gozaba de un patrocinio real, fue testigo de numerosos invitados distinguidos; el material arqueológico, a menudo de calidad, es una prueba de la presencia de esta élite social: elegancia de la cerámica y vidrio coloreado decorado. Importante centro de peregrinación, Saint-Denis acogió a numerosos peregrinos durante la Edad Media; algunas de sus medallas fueron encontradas durante las excavaciones. Estos pequeños objetos de piedad, fabricados en masa en aleación de estaño y plomo, se producían como prueba de su presencia en lugares santos como Saint-Jacques de Compostelle, Saint-Servais de Maastricht o Notre-Dame de Boulogne.
La actividad económica de la villa monástica se veía impulsada cada año por tres mercados: el de Saint-Mathias (febrero), el de Lendit (junio) y el de Saint-Denis (octubre), que se remonta a la época merovingia.
Sobre la base de las fuentes escritas y los datos arqueológicos, surgió una activa actividad artesanal que generaba y regulaba la abadía. Estaba directamente implicada en el funcionamiento de la abadía real, como lo demuestra la presencia de un taller monetario que acuñaba las monedas a nombre de Pipino(751-768). El mantenimiento de las vidrieras de la basílica carolingia estaba asegurado por los vidrieros, como demuestran los moldes de vidrieras emplomadas descubiertos. A finales de la Edad Media, un orfebre esmaltador restauró las obras de este famoso tesoro